jueves, 3 de septiembre de 2009

“Luché contra la ley
y la ley ganó “

The Clash

Okupa

“Acevedo Díaz 1174, casi Canelones, está tapiada, cuidado con la claraboya caen vidrios, seis personas, se accede por una ventilación del sótano “. El sms daba las características principales de aquella casa vacía, la red OKUPA tenía inventariadas las casas vacías, depósitos abandonados, fábricas textiles, o de materiales cerámicos, ahora cementerios. Habían relevado Cam. Carrasco, Av.Rondeau, la zona de La Aguada, Cordón, los puntos más notables de concentración de locales vacíos.
Se informaba sobre su estado general de conservación, su capacidad locativa y forma de acceso, luego el Okupa quedaba librado a su suerte.
Luis, su mujer y sus tres hijos, llegaron a la dirección anterior de noche, la cuadra poco iluminada, en el restaurant de la esquina había escaso movimiento. Buscó la ventilación, lo que encontró fue una pequeña abertura casi a ras de la vereda. Se dio cuenta que por ahí no pasaba. Sintió como su estómago se encogía, otra noche a la intemperie con este frío polar sería irresistible. A pesar del frío las manos transpiraban, se asomó por la rejilla. El olor que venía del interior era nauseabundo, quien sabe cuanto tiempo hubo de estar vacía aquella vivienda. Miró a su hijo, él pasaba por la ventilación, pero no sabía que había al caer, que altura tenía aquel sótano, podría abrir la puerta por dentro.
Su mujer adivinó su pensamiento “Tomás puede hacerlo” le dijo. Su hijo viendo la posibilidad de hacer algo especial, se sumó presto a la idea.
-“Dejate caer con mucho cuidado, no sabemos que hay adentro, ni a que altura estás”, apenas susurró su padre. Ya estaban demorando demasiado, temía que algún buen vecino al ver los movimientos llamara a la policía. Le dieron una vela, fósforos, una tenaza y un martillo, ataron una cuerda a su cintura como seguridad.
Tomás pasó primero su cabeza y giró sobre sí mismo para entrar un hombro, al lograrlo se dio cuenta que ya estaba adentro. Con medio cuerpo en el interior tomó la vela encendida que le alcanzó su padre. Iluminó apenas el sótano, lo suficiente como para ver alguna rata, un charco de agua no muy grande y pudo darse cuenta que la altura no era mucha. Se dejó caer, ahora a oscuras, por un instante sintió miedo, encendió nuevamente la vela, buscó la puerta trampa de acceso rogando que se pudiera abrir fácilmente. El olor del lugar apenas lo dejaba respirar, el frío entumecía sus manos y pies, iluminó el techo buscando la puerta. Al final la vió, reconoció el corte cuadrado en la superficie del techo, se acercó, sintió como la o las ratas abandonaban el lugar, inesperadamente allanado.
Con mucho temor tanteó aquella puerta, empujó despacio, la puerta no se movió. Ya no sentía más frío, buscó en el sótano algo para subirse. Vió un cajón de alguna mudanza abandonado, lo colocó bajo la puerta y se subió. Ahora podía empujar con más fuerza.
-“¿Estas bien?”, escuchó a su padre. No le respondió, estaba concentrado en empujar la puerta, cuando esta cedió, respondió “ Si muy bien, ya entré en la casa “

Ya dentro quedo unos segundos inmóvil recorriendo con la vela la habitación. Como ya sabía de tantas casas ocupadas, el acceso al sótano estaba por lo general en la primera sala, buscó rápidamente el zaguán, trastabilló con los escalones pero llegó a la puerta de entrada.
Nada la trancaba, recordó las tablas cruzadas por el frente, pero por dentro no vio nada. Tanteó el pestillo y para su alegría la puerta se abrió.
Bastó con sacar una tabla para poder acceder.
Entraron rápidamente y cerraron la puerta tras de sí. La cerraron en el instante que escucharon la sirena del patrullero, que bajaba por Acevedo Díaz y se detenía frente al número 1174.

daniel
11 de agosto

No hay comentarios:

Publicar un comentario