jueves, 24 de septiembre de 2009
Sanguinetti, hablando para radio 10 en Buenos Aires, radio del grupo Hadad, la derecha ultraconservadora de Argentina, trata a Mujica de Viejo Vizcacha, personaje vil de la literatura, ventajero, machista, desleal. El Viejo Vizcacha, no Sanguinetti.
Sanguinetti, viene de la academia, político y hombre culto, defensor del patrimonio material e inmaterial del país. A fines de los sesenta, cuando se demolió el Mercado Central, él fue casi el único que se opuso, adelantándose años a la preservación del pasado. Pero toda esa sensibilidad desaparece y es capaz de insultar de esa forma a un adversario político.
Lacalle dice que Mujica vive en un sucucho, en una cueva. Lacalle viene de una familia patricia. Su segundo apellido De Herrera, recorre gran parte de nuestra historia.
Viene de un partido que solía levantarse en armas contra los gobiernos legalmente constituídos, en guerras crueles, con degüellos, fusilamientos sumarios y leva.
Aparicio tenía en sus filas a el mejor dinamitero de la época, que se ocupó muy bien de volar puentes, vías de ferrocarril, de destruir las venas de un país naciente.
Ambos, Lacalle y Sanguinetti, reniegan de la lucha de clases, perimida, obsoleta, dicen. Pero son ellos quienes destilan ese odio visceral al distinto, al que nunca tuvo nada, al que tiene “una mirada otra” sobre todas las cosas.
Que se viste distinto a ellos. Es impresentable, se ha dicho de una persona que se viste mal como el 90 % de los uruguayos.
No soportan que el poder, o esa pequeña parcela de poder que la presidencia significaría, se escape de su clase, no importa si blanca o colorada.
Mujica el otro día pidió que lo dejen vivir austeramente, que tenga la libertad de vivir como quiera, que no pretende que todos vivan como él.
miércoles, 23 de septiembre de 2009

Han perdido toda su magia, están inmóviles, decorando jardines insípidos, de una clase media, conforme con su casa de playa, el “ Uruguay de la medianía”.
Siempre quise formar un comando dedicado a volar, a estallar, esos enanos.
Sapos y princesas (3)
“Orfandad” se llama la entrada de Raquel. Tengo formación cristiana, ocho años de educación jesuita, no pasan en vano, con una abuela de profunda convicción católica, que trasmitía constantemente. Mi mujer era atea, de familia militantemente atea. Cuando se enfrentó a la situación límite, que marcó nuestras vidas, buscó creer en algo.
Un día, cuando ya no había esperanza ninguna, me comentó que al final uno está solo, que la familia, los amigos, por supuesto que acompañan, que alivian el destino final.
Pero en ese momento, uno está solo.
Este comentario, que en su momento me costó entender, lo comprendí luego en toda su dimensión, cuando yo quedé solo.
martes, 22 de septiembre de 2009

Sapos y princesas (1)
lunes, 21 de septiembre de 2009

On the road (3)
viernes, 18 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
sábado, 5 de septiembre de 2009
para una compañera "suequi"
jueves, 3 de septiembre de 2009
principio de incertidumbre
Que pasa con un ser humano, ¿ puede estar en esos dos estados simultáneamente?
¿ De qué tiempo hablamos ?. De meses dijo la Dra. sin levantar los ojos,máximo seis meses.
“Luché contra la ley
y la ley ganó “
The Clash
Okupa
“Acevedo Díaz 1174, casi Canelones, está tapiada, cuidado con la claraboya caen vidrios, seis personas, se accede por una ventilación del sótano “. El sms daba las características principales de aquella casa vacía, la red OKUPA tenía inventariadas las casas vacías, depósitos abandonados, fábricas textiles, o de materiales cerámicos, ahora cementerios. Habían relevado Cam. Carrasco, Av.Rondeau, la zona de La Aguada, Cordón, los puntos más notables de concentración de locales vacíos.
Se informaba sobre su estado general de conservación, su capacidad locativa y forma de acceso, luego el Okupa quedaba librado a su suerte.
Luis, su mujer y sus tres hijos, llegaron a la dirección anterior de noche, la cuadra poco iluminada, en el restaurant de la esquina había escaso movimiento. Buscó la ventilación, lo que encontró fue una pequeña abertura casi a ras de la vereda. Se dio cuenta que por ahí no pasaba. Sintió como su estómago se encogía, otra noche a la intemperie con este frío polar sería irresistible. A pesar del frío las manos transpiraban, se asomó por la rejilla. El olor que venía del interior era nauseabundo, quien sabe cuanto tiempo hubo de estar vacía aquella vivienda. Miró a su hijo, él pasaba por la ventilación, pero no sabía que había al caer, que altura tenía aquel sótano, podría abrir la puerta por dentro.
Su mujer adivinó su pensamiento “Tomás puede hacerlo” le dijo. Su hijo viendo la posibilidad de hacer algo especial, se sumó presto a la idea.
-“Dejate caer con mucho cuidado, no sabemos que hay adentro, ni a que altura estás”, apenas susurró su padre. Ya estaban demorando demasiado, temía que algún buen vecino al ver los movimientos llamara a la policía. Le dieron una vela, fósforos, una tenaza y un martillo, ataron una cuerda a su cintura como seguridad.
Tomás pasó primero su cabeza y giró sobre sí mismo para entrar un hombro, al lograrlo se dio cuenta que ya estaba adentro. Con medio cuerpo en el interior tomó la vela encendida que le alcanzó su padre. Iluminó apenas el sótano, lo suficiente como para ver alguna rata, un charco de agua no muy grande y pudo darse cuenta que la altura no era mucha. Se dejó caer, ahora a oscuras, por un instante sintió miedo, encendió nuevamente la vela, buscó la puerta trampa de acceso rogando que se pudiera abrir fácilmente. El olor del lugar apenas lo dejaba respirar, el frío entumecía sus manos y pies, iluminó el techo buscando la puerta. Al final la vió, reconoció el corte cuadrado en la superficie del techo, se acercó, sintió como la o las ratas abandonaban el lugar, inesperadamente allanado.
Con mucho temor tanteó aquella puerta, empujó despacio, la puerta no se movió. Ya no sentía más frío, buscó en el sótano algo para subirse. Vió un cajón de alguna mudanza abandonado, lo colocó bajo la puerta y se subió. Ahora podía empujar con más fuerza.
-“¿Estas bien?”, escuchó a su padre. No le respondió, estaba concentrado en empujar la puerta, cuando esta cedió, respondió “ Si muy bien, ya entré en la casa “
Ya dentro quedo unos segundos inmóvil recorriendo con la vela la habitación. Como ya sabía de tantas casas ocupadas, el acceso al sótano estaba por lo general en la primera sala, buscó rápidamente el zaguán, trastabilló con los escalones pero llegó a la puerta de entrada.
Nada la trancaba, recordó las tablas cruzadas por el frente, pero por dentro no vio nada. Tanteó el pestillo y para su alegría la puerta se abrió.
Bastó con sacar una tabla para poder acceder.
Entraron rápidamente y cerraron la puerta tras de sí. La cerraron en el instante que escucharon la sirena del patrullero, que bajaba por Acevedo Díaz y se detenía frente al número 1174.
daniel
11 de agosto